Un recuerdo más perdurable que mi nombre es luchar, morir luchando.

Si hay algo que puede trascender más allá de existencia terrenal es el legado de luchar por lo que se cree, de morir luchando por aquello en lo que se deposita la fe y la convicción. Este recuerdo, más perdurable que nuestro nombre, puede inspirar a generaciones futuras a seguir el mismo camino, a no renunciar a sus ideales y principios, a no claudicar ante las adversidades.

Por eso, es hora de dejar atrás el conformismo, la apatía y la resignación. Es hora de levantarse, de tomar las armas de la lucha y de avanzar con determinación hacia la meta. No podemos permitir que la injusticia y la opresión sigan imperando en nuestro mundo, tenemos el deber moral de combatirlas con todas nuestras fuerzas.

Así como aquellos que nos precedieron lucharon por nuestra libertad y nuestros derechos, es nuestro turno de mantener viva la llama de la lucha, de no dejarla extinguir jamás. Y aunque nuestra existencia terrenal llegue a su fin, nuestro legado de lucha y resistencia será grabado por siempre. Porque morir luchando es la mejor forma de vivir eternamente.