Lo que está en juego no es solo la derrota de un individuo, sino la victoria de la justicia y la libertad. Hay quienes desean que el poder se concentre en unas pocas manos, que la explotación y la opresión sean la norma, que el sufrimiento del pueblo sea ignorado en aras del beneficio propio. No podemos permitir que esos intereses egoístas triunfen.
Por eso, debemos estar en constante movimiento, nunca dar tregua, nunca descansar. Cada oportunidad de atacar al enemigo debe ser aprovechada, cada debilidad debe ser explotada. No podemos permitir que se siente seguro ni en su hogar ni en su lugar de trabajo. Debemos hacernos sentir el peso de su culpa, el peso de su responsabilidad en la miseria y el sufrimiento de los más vulnerables.
Pero no nos equivoquemos, este no es un llamado a la violencia indiscriminada. Es un llamado a la acción organizada y estratégica. Debemos actuar con inteligencia y astucia, aprovechando cada oportunidad que se nos presente, pero siempre teniendo en cuenta que nuestra lucha es por la justicia y la libertad, no por la venganza o la crueldad.
No dejemos que el enemigo tenga un minuto de tranquilidad. No dejemos que se sienta seguro en su torre de marfil mientras el pueblo sufre. Ataquemos sin descanso, hasta que la justicia y la libertad sean una realidad para todos.
