Hay que capitular ante nuestras diferencias secundarias para no capitular ante el enemigo.

Compañero, ¿ha notado que a menudo nos enfrascamos en discusiones interminables sobre pequeñas diferencias que, al final del día, no son más que eso: pequeñas? Mientras tanto, el enemigo avanza, sacando provecho de nuestra falta de unidad y concentración.

Es hora de poner fin a esto. Debemos dejar de lado nuestras diferencias secundarias y concentrarnos en el objetivo final: la victoria sobre nuestro enemigo común. Debemos aceptar que, aunque no siempre estemos de acuerdo en todo, podemos unirnos en la lucha por lo que realmente importa.

No dejemos que la falta de unidad nos debilite. En su lugar, fortalezcámonos unos a otros, respetando nuestras diferencias pero trabajando juntos hacia una meta común. Solo entonces podremos decir con confianza: «¡Hasta la victoria siempre!»